Animalia
El momento tan esperado había llegado en el universo de Animalia. La reunión de las almas de los animales que estaban por nacer en la Tierra había comenzado en el instante en que el espíritu más anciano de la naturaleza depositó su cetro de trueno en el centro del salón para anunciar que debía reinar el silencio entre las ánimas que lo rodeaban. Cada alma tenía permitido decidir, según el número de vacantes disponibles, qué animal encarnaría. Entre ellas, estaban las almas nuevas; esas chispas lumínicas recién salidas de la fuente, que nunca habían experimentado la vida en un cuerpo material. También estaban las almas más viejas, aquellas que ya tenían la experiencia de haber nacido en el reino animal del planeta Tierra. A las almas nuevas se les otorgaba la prioridad de elegir qué animal deseaban encarnar, en base a la información que recibieran del Gran Espíritu. Estaba terminantemente prohibido que las almas más experimentadas comunicaran sus vivencias a las novatas, pues